Quien entra en este loco mundo..

sábado, 3 de enero de 2009

Historia de un final.

Era más o menos septiembre cuando mi tía llamó un poco alterada, ella llevaba viviendo con mis abuelos al rededor de 6 meses. Decía que mi abuelo se había sacado una castaña del bolsillo, mi abuela siempre pone castañas amargas por la ropa y los bolsos, según ella alejan los peores males, entonces empezó a manejarla con sus dedos frágiles y viejos, la vecina que estaba en ese momento delante, pensó que intentaba pelar la castaña, hasta que mi abuelo le dijo <> Esa fue la primera vez que dijo e hizo algo fuera de lo común.
Mi tía, tras este incidente, decidió que tenía que llevarlo al médico, que le viese un neurólogo porque ya no andaba bien de la cabeza.
Mis padres, mi hermano y yo fuimos a visitarle a mediados de septiembre, cuando llegamos, mi abuelo no nos reconoció a ninguno, preguntaba todo el rato que quién éramos y qué hacíamos allí, tras decírselo varias veces pareció entender quienes éramos, pero se puso a llorar y a decir que no le engañásemos más.
Después volvimos a Madrid, esperando que mi tía y mi abuela pudiesen hacerse cargo de él.
Un mes más tarde el diagnóstico confirmó un sindrome de alzehimer y demencia senil juntas, los médicos pidieron permiso a mi padre y a mi tía para poder experimentar con nuevos fármacos, ya que no se había dado el caso, al menos en Cartagena, de las dos enfermedas juntas.
Los fármacos parecieron ir bien las priemras semanas, mi abuelo caminaba, hablaba, con poca fluided, pero hablaba, reconocía a las personas que tenía más cerca o veía todos los días, como sus vecinos. Pero un día, vio a mi abuela y a mi tía y empezó a pegarlas, estaba asustado y no dejaba de decir que le dejaran en paz, casi no hablaba castellano, decía las cosas en el catalán de su infancia. Le ingresaron en el hospital por culpa del brote de agresividad que había tenido.
Después de aquello el deterioro fue casi fulminante.
El 26 de diciembre del 2008 a las 7 y media de la tarde mi tía abría la puerta al transportista que traía a mi abuelo del centro de día, empujaba su silla de ruedas, y mi abuelo no sostenía la cabeza. El transportista le dijo que llamara a una ambulancia, que mi abuelo no estaba bien.
Llegó a casa en coma.
El 27 de diciembre, un día más tarde despertó del coma. Los médicos decían que tenía una bronquitis que se le había complicado y había sufrido un infarto.
Nosotros aquí, ya sabíamos del estado de mi abuelo, y mi padre se preparaba para salir corriendo hacia Cartagena en cuanto mi tía le llamase.
El lunes 29 de diciembre, mi abuelo volvió a entrar en coma, hiperventilaba y la doctora dijo que solo cabía esperar. Mi tía llamó esa mañana a mi padre y él y yo salimos en coche hacia Cartagena. Llegamos a las 9 y cuarto de la noche, nos dirigimos al hospital y presenciamos una terrible estampa, de esas que solo ves en las películas, pero que como son películas no reflejan realmente la realidad. Es muy duro ver a una persona querida tan sumamente demacrada, delgado, con la boca completamente abierta con mascarilla, tubos pro todos lados, y un depósito de agua que burbujea constantemente, un sonido terrible. Mi abuelo respiraba, pero parecía un pececillo boqueando, no tengo más palabras que esas para describir la escena, un pez que lucha por respirar, pero que ya no respira pro el pecho sino por el estómago. Ves como violentamente sube y baja su abdomen llenándose del aire que ruidosamente entra por su garganta. Terrible. Mi padre que fue operado dle corazón, necesitó ponerse una pastillad e cafinetrina debajo de la lengua para evitar un infarto. Espantoso. Mi abuela estaba también muy delgada, llevaba 3 días sin comer nada, al lado de la cama, llorando. Mi tía estaba en las mismas condiciones, los ojos inchados, la cara roja, llorando cada dos por tres. Y allí estaba yo, observando toda la escena, viendo a aquel hombre pstrado en la cama, que no era mi abuelo, no se parecía a él en lo más mínimo, la nariz era más puntiaguda, estaba más delgado, la boca desencajda, sin dientes, le habían quitado la dentadura postiza, sin barbilla por la posición de la cabeza sobre la almohada. Definitavamente no era mi abuelo.
No pude llorar, porque no parecía mi abuelo, si yo hubiese visto a mi abuelo en esas condiciones habría llorado, pero no lo veía como a mi abuelo.
Al rededor de las 10 y media de la noche decideron que yo me fuera a casa de mi otra abuela a dormir, y ellos tres se quedarían en el hospital. No estaba muy deacuerdo, pero tenían razón, éramos demasiados en la habitación ya.
A las 12 y media de la noche me fui a dormir, pero algo me decía que por la mañana no vovlería al hospital como le había dicho a mi padre.
Desperté a las 9 y me vestí para salir de la casa de mi abuela materna. A las 9 y media mi padre me llamó al móbil llorando, mi abuelo había dejado de respirar a las 23:45 del día 29 de diciembre. Así que desayuné y junto con mi abuela materna nos dirigimos al tanatorio de cerca del hospital. Se podía ir andando. Yo estaba tranquila, aquello no parecía ir conmigo.
Cuando llegamos mi tía lloraba desconsaladamente junto a dos vecinas en la sala número 2 del tanatorio. Tras unas cortinas y una ventana se encontraba mi abuelo dentro de un ataúd. Violento. Mi tía, mi padre y mi abuela me dijeron que no lo viese, que me quedase con su recuerdo. <<¿Cuál el de un hombre agonizando en una cama de hospital?>> Mi padre me dijo que eso era mejor que verlo dentro del ataúd. Fuera como fuera hice caso y no miré. Aunque mi abuela estaba pegada a ese cristal, agarrada a esa cortina que parecía darle la intimidad que deseaba.
Por culpa del médico que había firmado el acta de defunción, las cosas se aceleraron en el tanatorio, en vez de poner como hora de la muerte las 23:45, puso las 11:45, y en el tanatorio prepararon la misa a las 5 de la tarde del día 30 de diciembre. Todo fue muy rápido, llegaron de viaje mi madre y mi hermano, primos de mi padre, sobrinos de mi abuelo pues, más familia, coronas de flores, todo un ambiente muy lúgrube.
Yo salí a llamar por teléfono y mientras hablaba mirando por la ventana, descubrí en el alfeizar un gorrión muerto, ese pajarillo era en ese momento lo que representaba mi pobre abuelo, igual que la noche anterior había sido un pececillo fuera del agua. Entonces fue cuando me puse muy triste.
A las 5 yo abrazaba a mi abuela mientras miraba por la ventana el ataúd abierto de mi abuelo. Ella lloraba, con un pañuelo en la mano sobre la boca, suspiraba y se secaba las lágrimas. Dos manos movieron dentro el ataúd, se lo llevaban ya a la capilla. Y yo no me había despedido de él la noche anterior. Y aunque me dijeron que no mirara, no pude evitar mirar un segundo, cuando mi abuelo desaparecía, y solo vislumbré su rostro de perfil, pálido, pero nada más.
Entonces parecí darme cuenta de todo, y mientras el cura hablaba, yo no escuchaba, pero miraba el ataúd ahora cerrado y lloraba, porque había perdido algo, pero no solo yo, mi hermano también había perdido un abuelo, mi padre y mi tía habían perdido un padre, y mi abuela había perdido un marido. Y los primos de mi padre, y los vecinos y todos los que estaban allí lo habían perdido.
En el cementerio ya, no pude evitar llorar, mientras mi padre, mi hermano y sobrinos de mi abuelo portaban su féretro hasta el nicho donde descansará para siempre. Y mientras el obrero lo cerraba con ladrillos seguía llorando. Y lloré, lloré y lloré. E incluso ahora sigo llorando. Porque aquello había llegado a su fín. Su vida había llegado a su fín.


Jaime Molins Vilas
Nacido el 18 de diciembre de 1927 Pont de Suert, Lérida, Fallecido el 29 de diciembre del 2008 Cartagena, Murcia.

1 comentario:

Goblinoide dijo...

A mí me pasó algo parecido con mi tío, hace un par de años, en noviembre... Tuve que ir al hospital para ver cómo se retorcía y boqueaba, como tú dices, en la camilla. Pero yo ya le conocí con sesenta años, y seguía viéndolo como a mi tío, con la diferencia de que estaba muy, muy enfermo ^^U Y esa misma noche le preguntaron a mi tía y a mis primas si querían que le reanimasen en caso de que se le parase el corazón. Es una decisión muy dura, y a día de hoy no sé qué habría decidido yo en su lugar, porque para mí era mi tío, un hombre muy mayor que estaba sufriendo, pero para mi tía y mis primas era algo más...

Es horrible ver así a un ser querido. Te entiendo perfectamente, niña... No te diré que te animes porque ahora mismo serían palabras vacías para ti, pero si quieres hablar, ya sabes que estamos al otro lado del teléfono, ¿de acuerdo? Ahora sabes lo que hay que hacer, volcarse con tu abuela, porque ella es la que más está sufriendo... Dentro de lo malo, al menos tu abuelo ya puede descansar, y no volverá a tener miedo.

Un abrazo. (se lo he comentado a Borja por teléfono, y él te manda otro abrazo fuerte).